Kefraya Tinto es un vino tinto elaborado por los herederos de Michel de Bustros con las variedades Syrah, Cabernet Sauvignon y Monastrell en el Bekaa Valley del Líbano. Es el vino original, el que lo inició todo, y se elabora a partir de 22 hectáreas de viñedo viejo que fue plantado hace más de 30 años. Se vinifica en tinos, envejece en barrica de roble francés entre 18 y 24 meses según la añada y se puede disfrutar joven o más allá de una década.
Château Kefraya representa el origen del vino mediterráneo. No en vano, el origen del vino como lo conocemos hoy está vinculado al cultivo de la vid en el vergel que, entre los ríos Eufrates y Tigris, denominamos Mesopotamia y en su extensión al norte hacia el Cáucaso. No muy lejos de allí, en la frontera del Líbano con Siria, se encuentra la región de Bekaa Valley, donde estuvieron primero los fenicios, luego los romanos, prohibieron el vino los otomanos y donde Michel de Bustros (1929-2016) funda Chateau Kefraya a partir de viñas plantadas en 1951, comercializando su primera cosecha en 1979. Siempre con un propósito, el de elaborar vino sólo con sus propias uvas, cultivadas en una propiedad que hoy tiene 300 hectáreas plantadas a 900-1100 metros de altitud sobre el mediterráneo. Un suelo perfecto para el cultivo de la vid, sin necesidad de irrigación, que permite la viticultura sostenible y la producción de vinos de la más alta calidad a partir de rendimientos bajos, apenas unos 30hl por hectárea, lo que en Borgoña sería menos que el rendimiento de un Grand Cru. Los suelos son arcillo-calcáreos o arenosos con gravas según las zonas y son el resultado de los choques de las placas tectónicas Euro-asiática y africana. El Valle de Bekaa es símplemente perfecto para hacer grandes vinos. A los suelos ya citados se unen 900mm de lluvia anual, nieves en invierno, y un clima mediterráneo matizado por la altitud. No hay mildew aquí. Así de privilegiado es el terruño.
Chateau Kefraya elabora sus vinos siguiendo una filosofía de Chateau, no muy diferente a la que algunas de las grandes bodegas riojanas copiaron de los bordeleses en el Siglo XIX. Pero más allá de esta concepción de usar uva propia, del cultivo de las viñas que rodean a la bodega, está un análisis minucioso de las microparcelas, asesoradas por Eric Boissenot, con el propósito de elaborar vino que respetan el terroir por encima de la manipulación en la bodega y que dan lugar a vinos que reflejan la humildad de aceptar la naturaleza como es y respetar su armonía. Para ello, ni se usa irrigación, ni tratamiento fitosanitarios sintéticos, e incluso los niveles de azufre utilizados están un 50% por debajo de lo aceptado para los vinos bio. Se vendimia manualmente, las uvas se seleccionan ópticamente, las fincas se vendimian por microparcels, se vinifica en tinos de madera y la crianza sucede entre 12 y 24 meses en barrica de roble francés, con algunos vinos recibiendo crianza también en ánforas, como vestigio de los tiempos fenicios y romanos.
En definitiva, un terroir, un alma, un gran vino. Siempre un poco más allá, porque como dijo Michel de Bustros, cuando la leyenda no existe, tendremos que crearla. Chateau Kefraya.
St Estephe
