Los corrillos son pequeñas parcelas que, por su dimensión, no se llegan a llamar fincas. Es a lo que puede aspirar el pequeño viticultor que tiene que ir incrementando el patrimonio con pequeñas compras aquí y allá, entre lo que hay a la venta y lo que el presupuesto permite. En estos corrillos, Roberto Oliván aprovecha las que ya están plantadas y en otras va plantando. El resultado es una mezcla de Jaén Blanco con pequeñas cantidades de Viura y Malvasía. Como es habitual en Roberto, se practica una viticultura no intervencionista, con mínimo trabajo del suelo.
Vendimia manual en cajas pequeñas, y luego el vino fermenta espontáneamente en tinas abiertas con hollejos y crianza en barricas de segundo vino de castaño durante 5 meses sin trasiego alguno. La producción es tan pequeña como las parcelas. No llega a mil botellas.